Cuando anunciaron la noticia y el nombre de Jonathan Anderson se unía al de Dior, todas las voces de la industria se alzaron en festejo. Un tiempo más tarde, nos enteraríamos de que no solo iba a ocuparse de la línea masculina —previamente a cargo de Kim Jones—, sino que también sería la cabeza de las colecciones de mujer y de alta costura. Un solo nombre al frente de todas las divisiones es un inmenso trabajo, tanto a nivel mental como físico, sobre todo cuando las expectativas son tan altas.
El antecedente de Galliano nos dijo bastante sobre esta titánica tarea, aunque, de primera mano, sus personalidades son distintas, por lo que los resultados deberían serlo también.
Pero luego de tanta especulación, el contador llegó a su fin y el primer trabajo ha sido entregado. Charlábamos con Lore de Blocdemoda que es un alivio arrancar con menswear, porque la presión es menor que en otras temporadas. Sin embargo, JWA no se limitó y nos reafirmó por qué es un genio en lo que hace. (Ni hablar del presupuesto, la lista de invitados y las obras que decoraron el espacio traidas directamente desde el Louvre).
Antes de comenzar el desfile, los modelos paseaban por un Versailles vacío en un fashion film con escenas similares a las de Marie Antoinette de Sofia Coppola. Campos de flores y pajaritos cantando en una contemplación onírica digna de una pintura de François Boucher.
Nadie faltó a este debut. Ni los amigos de la casa que vienen de la era Loewe, ni los gigantes de la moda que lo acompañan desde el primer día. Donatella, Pharrell, Jacquemus y Pierpaolo (entre otros) se juntaron cual fashion avengers para ver lo que Anderson tenía en puerta. And boy he delivered.
El primer look tuvo tanto impacto como capas de significado: supo condensar años de historia de la maison y de la suya propia en el maridaje perfecto. La chaqueta Bar que Christian Dior introdujo en la famosísima colección del New Look en 1947 fue reinterpretada —como era de esperarse— en un calce levemente más holgado y con solapas smoking, combinado con bermudas à la polonaise -inspiradas en el vestido Delft de 1948- que gritaban JWA.
Había nacido el nuevo hombre Dior.
Lo que siguió fue la presentación de un dandy moderno con cravats, baggy jeans con cortes arquitectónicos y chaquetas militares del siglo XVIII, bordados florales en chalecos y camisas, y distintos tartanes y propuestas a cuadros en una paleta que combinó el rococó con la campiña inglesa. Siluetas relajadas pero historicistas y con las referencias a los archivos justas.


El nuevo chico Dior es cool como Jonathan y romántico como Christian.
Lo cierto es que el lenguaje de Anderson es claro y se lee muy fácil; posee una fortaleza innata a la hora de comunicar a través del indumento y el poder de crear un universo visual que, incluso cuando tiene otro ADN en la mezcla, se sigue identificando como propio.


En el moodboard recurrió a fotografías de Basquiat y Radziwill de 1982 que luego se vieron en corbatas sobre cuellos y en el uso del celeste con rojo y en el gris de los sacos. Los estilismos son fácilmente replicables, algo que es necesario para la popularidad de una colección. Es poético y usable, sin perder lo lúdico y lo fantasioso que lo caracteriza.


Es divertido y experimental, pero seguro. Los colores y estampados vibrantes se yuxtaponen a las prendas más clásicas y rígidas. Dialoga con el pasado sin perder de vista el futuro, marcando el camino al que nos va a llevar en esta nueva era. Los señores de LVMH deben estar muy contentos con la ovación de pie que recibió al terminar el desfile. Anderson es muy querido en la industria, y eso se nota, pero el aplauso y los elogios fueron debidamente merecidos.




Nos mostró una colección fuerte, interesante y que abre las puertas a algo que seguro será muy mágico y beneficioso para la marca, tanto en términos comerciales como simbólicos.
Su designación coincide con un momento en el que el consumo de bienes de lujo —y las ventas en general de los conglomerados— bajaron desde la pandemia. El consumidor y la industria cambiaron, y se necesitaba una inyección de novedad desesperadamente para repuntar ventas y cambiar el aire.


Ya lo hicieron Tom Ford y Alessandro en Gucci, y Karl en Chanel. Es un desafío muy grande, pero tiene todo para ganar. “No se puede reconstruir una casa en un solo show, es imposible”, dijo en una entrevista para WWD. Esto recién comienza, y lo que hay por delante me emociona muchísimo.